Necesidad de trabajar en resiliencia

El gasto en sanidad, en salud corporal o psicológica, es gasto en el motor del cambio de una sociedad. Es fundamental para el desarrollo de una comunidad, de una empresa, en definitiva, para el desarrollo social y emocional del país.

La innovación y la capacidad de investigación del ser humano va muy pareja a su estado de salud, al bienestar de su psique, y no podemos olvidar que la innovación es una de las patas del desarrollo empresarial junto a formación y capital.

La situación del mercado actual hace necesaria desarrollar nuestra capacidad de adaptación, o lo hacemos o nuestras posibilidades de supervivencia en la crisis tienen los días contados. Adaptación significa superar y salir fortalecidos de cualquier crisis.

Y para ello hay que fortalecer valores, tener respuestas psicosanitarias y entrenar el talento. No se trata de curar, sino de mejorar la salud social de la empresa, que lleva directamente a mejorar la productividad.

Hay que tener salud psicológica, procurar que el trabajador vaya contento y animado a su puesto.

Para intensificar la resiliencia (salud laboral) hay que trabajar sobre tres pilares:

  1. tener la capacidad de actuar no internalizar las problemáticas de manera obsesiva, ser positivos y creativos para sobrellevar diferentes situaciones. La idea es no generar dramatismo y a cambio demostrar una buena predisposición para seguir con la vida de manera natural.
  2. tener esperanza y saber buscar apoyo o sostén en amigos, familiares y guías. Al sentirse apoyado, el individuo cuenta con idoneidad de compartir sus problemas y así hacerlos más llevaderos.
  3. el pilar más importante, tener confianza en uno mismo de manera constante, no importan las adversidades que se presenten. Tener grandes expectativas propias, proyectos que generan metas y posibilidades diversas para desarrollarse de manera autónoma.
En la vida no sobreviven los más fuertes, sino los que son más flexibles para adaptarse a los cambios y los contratiempos. Estas cualidades tienen un nombre: RESILIENCIA. Y a base de práctica se pueden aprender.

Quien esté motivado y dispuesto a invertir tiempo y esfuerzo puede aprender a forjar los componentes que nos ayudan a manejar situaciones peligrosa. Pero, ¿cuáles son esos ingredientes que fortalecen la resiliencia? Todos los especialistas coinciden en que, para ser resiliente, es fundamental consolidar los pilares que emanan de la fuerza interior, los factores de apoyo externo y los factores interpersonales.

Esta es una tarea que requiere motivación, esfuerzo, tenacidad y tiempo de entrenamiento.

El proceso resiliente es parecido a la creación de la perla dentro de una ostra: cuando un granito de arena entra en su interior y la agrede, la ostra segrega nácar para defenderse y, como resultado, crea una joya brillante y preciosa. En términos psicológicos es el crecimiento postraumático, es una valoración personal de la renovación experimentada que favorece la apreciación de uno mismo, la percepción de los demás y la perspectiva de la vida en general. Este crecimiento implica un proceso de transformación en el que los supervivientes no sólo superan la experiencia traumática, sino que además salen de ella renovados psicológicamente.

La realidad es que las personas que encajan y resisten a pie firme los golpes más devastadores suelen ser gente corriente y sencilla. Sin embargo, abunda la tendencia a glorificar como héroes excepcionales a las personas que superan duras desgracias. Nada más lejano de la realidad, ¡estamos rodeados de personas anónimas que viven este proceso con total normalidad y de las que hay que aprender!

Hay muchos ejemplos de personas resilientes, los vemos en el día a día, son esas personas en las que nos miramos, lo que nos gustaría ser, y no tienen nada mejor que nosotros simplemente eligieron un camino y lo siguieron. Podemos aprender mucho de ellos. Aprender a mirar, aprender a admirar y aprender a aprender.

La gente que nos rodea son fuentes de donde aprender y no valoramos. Enseñamos a la gente la maravilla de lo ordinario. No obstante, tenemos en los personajes de ficción una fuente de inspiración, tanta como en otros personajes de nuestra realidad.